Lo que os traigo hoy, es el comienzo de una novela que empecé hace unos meses, pero que dejé abandonada, principalmente porque quería explorar e investigar un poco sobre algunos aspectos científicos que desconozco y desearía incluir.
Es una primera versión, sin repasar ni retocar. Una leve introducción que no nos cuenta nada. Espero que al menos os entretenga.
Thanks!
EL INCIDENTE
- ¿Y hasta donde cree usted que podría llegar el ser humano?
- ¿Hasta la extinción probablemente?
- ¡No vaya tan rápido!
- ¡Pero si acabo de ahorrarle milenios de dudas!
- Ojalá tuviera milenios para plantearme y buscar respuesta a cada una de las preguntas que me van surgiendo.
- Usted ya es casi un dinosaurio.
- Que romántico ¿verdad?
- ¿Yo?
- ¡Los dinosaurios!
- ¿Incluso más que yo?
- Sin duda. ¡Dese cuenta! Nos hacen pensar y nos hacen soñar. Incluso el enigma de su extinción es extrañamente atractivo.
- Ahora si me intriga.
- ¿Qué cosa?
- ¿Hacia donde cree que vamos? ¿Hasta donde cree usted que podría llegar el ser humano?
- Sin frenos hacia nuestra propia extinción.
Los dos retuvieron esa cuestión en sus cabezas mientras continuaban trabajando, cada uno con un ordenador. Sus mesas, prácticamente una a espaldas de la otra hacía que sus conversaciones pareciesen diálogos internos.
- Me asusta eso de la extinción, pero más a nivel personal.
- ¿Se explica?
- Me preocupa mi propia extinción, vaya.
- Como a casi todos supongo.
- Es lo que usted decía, eso de disponer de milenios para descubrir en qué acabará todo esto.
- Una pena que no lo vayamos a ver nosotros.
- Quizá un budista ¿verdad?
- Los budistas son personas con un miedo terrible a la muerte.
- No sé. Todas las religiones parece que pretenden que las personas perdamos el miedo a morir, nos cuentan que vamos a un lugar maravilloso.
- Bueno, nos quitan el miedo a morir a cambio de crearnos el miedo a vivir.
- Nunca pensé que fuese usted tan ateo.
- Supongo que se cumple la vieja tradición del científico ateo. ¿Le sorprende?
- No es eso. Su generación…
- Mi generación se educó en el miedo a los hombres.
- Gracias por la herencia.
- Jajaja. Me gusta que sea tan claro. A veces creo que no tiene la más mínima empatía.
- ¿No? Me encantan los gatos. ¿No le vale?
- Seguro que a Hitler también.
- De algún sitio sacaría la idea del bigote ese hombrecillo.
- Usted sería un buen político. ¿Nunca se lo ha planteado? Tiene la edad perfecta para comenzar a echarle cara.
- ¿Mentirle a millones de personas sólo para ganarme favores y disfrutar de una jubilación millonaria?
- El científico ateo y el conspiracionista... ¡Aterrador!
- Le da miedo que me vuelva un paranoico.
- Me da miedo que los seres humanos caigamos en los tópicos con tanta facilidad.
- Quizá no es que los científicos seamos ateos conspiracionistas, sino que los ateos conspiracionistas nos hacemos científicos.
- Y eso acabaría con los clichés.
- No creo, la ignorancia nunca lo permitiría.
El hombre de mayor edad apaga su ordenador y se queda observando la pantalla en negro durante unos segundos con rostro inquisitivo. Su rostro cambia con un suspiro que lo saca de su efímero trance.
- Váyase a casa, tampoco hemos salvado el mundo hoy.
- ¿Le acerco?
- No se preocupe, me quedaré aquí un rato más con los archivos. Además, tengo la moto en el almacén.
El hombre más joven era alto. Con el pelo castaño algo descuidado y un gesto amable a pesar de su cinismo. Su apariencia era más la de un estudiante despistado que la de un científico.
Detuvo su coche en la acera frente a un local de comida para llevar. Llovía cuando cruzó la carretera. Sujetaba su abrigo largo para cerrarlo al pecho y fruncía el rostro contra una insistente lluvia.
- Buenas noches.
El dependiente le contestó con una mirada.
- Dígame.
- Me llevo un quince y un veintiuno. ¿Cerveza tiene?
- Latas.
- Un par de ellas.
“El profesor se va a empapar en la moto” pensó mientras regresaba a su coche. “¿Ves como sí tengo empatía?”
Giró sancionablemente para emprender el camino de regreso al laboratorio. Sólo le llevó quince minutos llegar y aparcar en la misma entrada al edificio. Una construcción oscura de ladrillo visto con más de 30 años. La puerta principal estaba bloqueada desde el interior, por lo que la llave del chico no sirvió para nada. Rodeó el bloque hasta llegar a la puerta lateral de servicio. Abrió y accedió directamente al almacén. “Bueno, la moto sigue aquí, espero que le guste el beicon”
Al ir a encender la luz de la escalera que subía a los despachos, se dio cuenta de que no funcionaba. Habían saltado las luces de emergencia por lo que debía tratarse de algo general. “Habrá bajado a encender los fusibles, subo y lo espero en su oficina”
Pero la escena se tornaba más siniestra por momentos. La mesita de té del descansillo estaba tirada en el suelo junto con la planta que solía descansar sobre ella y un refregón de algo que podía ser sangre presagiaba algo terrible. El chico soltó la bolsa con su cena y miró alrededor, buscando de manera desesperada algo que le sirviese como arma. Los indicios no relataban algo parecido a un accidente doméstico. Se le enturbió la visión con nubes blancas. Cerró los ojos y respiró con fuerza tratando de calmarse. Se quitó el abrigo y caminó decidido hacia el despacho de su compañero.
El hombre yacía bocabajo en un charco de su propia sangre.
- ¡Profesor!
Esta brotaba de una enorme brecha en su cabeza que le teñía el pelo de rojo. El joven se lanzó a tratar de detener la hemorragia con bastante frustración, ya que el flujo no cesaba. Comprobó el pulso de su compañero palpándole el cuello para descubrir que carecía de latido. Se levantó con vehemencia y fue a buscar su abrigo al pasillo. Sacó un teléfono móvil del bolsillo interior y marcó el número de emergencias.
Tras explicar la situación volvió junto al cuerpo inerte de aquel hombre. Trató de modo fútil taponar la salida de sangre con un trapo y volteó el cuerpo. Le buscó nuevamente el pulso y apoyó suavemente la cabeza del cadáver sobre un cojín.
Se puso en pie y miró a su alrededor. Había algunos cajones abiertos y revueltos, algunos papeles y otros efectos por el suelo o encima de las mesas… Esto hacía pensar que quien fuera había encontrado lo que buscaba rápido, o que había tenido que salir a toda prisa sin terminar su labor. El chico estaba angustiado. Se sentó en uno de los sillones de piel marrón y comenzó a llorar sin consuelo.
Los servicios sanitarios de urgencia y la policía no tardaron mucho en llegar.
“Muere de forma violenta uno de los investigadores del Proyecto Boreas, el cual se encontraba en su primera fase de desarrollo. Se desconocen las causas y si estas están relacionadas o no con la actividad científica de la víctima. De momento no hay identificado ningún sospechoso”
- No debió haber tocado el cuerpo.
- Lo lamento… yo…
La discusión se desarrollaba en uno de los despachos del cuartel de policía.
- ¿Modificó algo más de la escena del crimen aparte de la posición del cadáver?
- Absolutamente nada. Pensé que podría hacer algo por él, por eso…
El inspector le interrumpió de nuevo.
- Necesito que me relate de nuevo el tiempo que estuvo fuera.
- Poco más de media hora. Fui a por algo de comida, y como llovía volví por si el profesor quería que le acercase a su casa. Ya se lo he contado todo en mi declaración.
- Su coartada hasta el momento es plausible, pero mientras terminamos la autopsia, le pedimos que esté localizable. Podría convertirse en sospechoso.
- Entiendo.
- ¿Mantenía alguna rivalidad con el profesor?
- ¡No! ¡En absoluto! Yo…
- Trabajaban juntos en un proyecto.
- Sí, el Boreas.
- ¿Puede relatarme sobre qué trata?
- Los medios se hicieron eco de él hace algún tiempo, y pueden consultar el dossier que les facilité. No es ningún secreto de estado.
- Pero la investigación se llevaba en secreto…
- Los procedimientos y los resultados sí. El objetivo no.
- ¿Destacaría algo sobre los resultados obtenidos?
- Realmente no. Nada para matar a una persona, desde luego.
- Bueno, puede ir a casa a descansar. Le insisto en que permanezca localizable y le recomiendo que busque un abogado.
El joven se levanta y antes de dirigirse hacia la salida, mira de soslayo al policía.
- Gracias.
- Descanse.