Estabamos tomando una cerveza en Les Etages, en la Rue Vieille du Temple, en París. Era un bar acondicionado en un viejo edificio, con salones distribuidos en varias plantas. De ahí su nombre.
Fuera llovía, y dentro unos músicos españoles amenizaban en directo con una actuación de folk, caldeando el ambiente junto con los aplausos, gritos y risas del público.
Nos sentamos en uno de los salones. A nuestra derecha una pareja hablaba en francés, otra formada por dos chicas y un poco más alejada en coreano, y una última junto a la ventana en madrileño.
Raphaelle y yo disfrutabamos de la cerveza y de la música que subía por las escaleras próximas. Charlábamos un poco sobre todos esos asuntos de los que se puede hablar con una buena amiga o un buen amigo. La música en vivo cesó, y tras una oleada de palmas, comenzó a sonar el hilo musical. El ambiente no podía ser más bohemio. Mesitas bajas, luces cálidas. El papel pintado de las paredes a parchetones, decorado con carteles de viejas películas. El suave murmullo de las conversaciones cercanas, íntimas como las confesiones de una anciana a su sacerdote.
Hablábamos del amor y Raphaelle dijo algo con lo que días antes le había sorprendido su hermana de 12 años. Me reprodujo las palabras de Agathe.
Fuera llovía, y dentro unos músicos españoles amenizaban en directo con una actuación de folk, caldeando el ambiente junto con los aplausos, gritos y risas del público.
Nos sentamos en uno de los salones. A nuestra derecha una pareja hablaba en francés, otra formada por dos chicas y un poco más alejada en coreano, y una última junto a la ventana en madrileño.
Raphaelle y yo disfrutabamos de la cerveza y de la música que subía por las escaleras próximas. Charlábamos un poco sobre todos esos asuntos de los que se puede hablar con una buena amiga o un buen amigo. La música en vivo cesó, y tras una oleada de palmas, comenzó a sonar el hilo musical. El ambiente no podía ser más bohemio. Mesitas bajas, luces cálidas. El papel pintado de las paredes a parchetones, decorado con carteles de viejas películas. El suave murmullo de las conversaciones cercanas, íntimas como las confesiones de una anciana a su sacerdote.
Hablábamos del amor y Raphaelle dijo algo con lo que días antes le había sorprendido su hermana de 12 años. Me reprodujo las palabras de Agathe.
O.O para que después venga el listo de turno a decir que las nuevas generaciones han perdido el romanticismo XDD
xDDD weno, en las nuevas generaciones hay de todo. unos pierden otras cosas antes k el romanticismo U___U
Anda que lo has arreglao, yo que quería ponerme esperanzadora xd
no, si t puedes poner como t pongas xDD pero si no lo digo yo lo iba a acabar contando Wikileaks!! xDD