- A pack lunch for two seven five, please

- Here you're, sir.

- What's for today, caviar?

- Haha. Who knows!

El cliente se marcha con su "picnic". El grupo va de excursión a nosedonde. Tampoco me interesa. Pero me gusta este tipo de clientes. Son educados, divertidos y te hacen partícipe de una complicidad que rara vez vas a disfrutar con un extraño. Son como un amigo que te dura 10 segundos. Te hacen poner una sonrisa sincera, y no una de las que usas para comenzar a desmontar a los clientes que te vienen de malas. Esta semana me he leído dos libros. Anoche terminé el segundo. Tengo al menos una decena esperando en las estanterías de mi despacho, y esta mañana me apunté tres más en un papel. Parece que estuviese volviendo a mi infancia, cuando devoraba uno tras otro libros más propios de la edad que tenía entonces. Supongo que tendría que sentirme orgulloso.

Estoy aquí tirado, poniéndome el pijama poco a poco. Sin prisa alguna... Esta noche ha llovido a raudales. Se vieron algunos relámpagos, se oyeron algunos truenos. Por la mañana el cielo estaba despejado. Me asomé con timidez a la terraza del hall. Pensé algo que ya no recuerdo. Algo sobre lo que escribir después. Debí haberlo apuntado en un trozo de papel, como los títulos de esos libros.

Ah! ya. Era lo del caviar. Ahora no se cómo calificar mi memoria. Pero era simplemente eso. Acababa de tener esa "conversación" y pense memorizarla para hablar de ella en el blog. Se me olvidó que debía recordarla, pero aún así, la usé.

Anoche fotografié una de las páginas del libro que me terminaba, pero dejaré esa "captura" para una próxima entrada. Tampoco recuerdo ahora sobre lo que iba.

Ultimamene me conformo con dormir hasta que llegue la noche para ir a trabajar. El lunes noche no se si tengo barbacoa brutal en Hueva. Si no, tiraré para Sevilla a ver a alguno amigos y amigas y salir allí por la noche. Me pintaré las uñas y los ojos de negro y cantaré canciones desentonadas.

Ahora recuerdo que tenía muchas ganas de escribir un post sobre mi viaje a Barna... Sobre lo bien que lo pasé. Sobre lo feliz que era. Sobre todas esas anécdotas divertidas. Pero ya he escrito demasiado y ahora sólo quiero dormir.

Abro el primer cajón de mi mesilla. Creía que era una nota de suicidio, pero no. Era una carta que escribí en febrero de este año. Era una despedida, pero de otro estilo. Donde estará la maldita nota de suicidio? Total, ya quemaré las dos.

Tengo esta foto en la que parezco reposar dentro de un ataud. Salto de él a menudo para volver a poner los pies sobre la tierra, aunque mi cabeza flote como un globo de helio extraviado, por el que alguien llora.