Es en ese tramo de carretera... por donde cruzan los gatos que van a husmear a las marismas cercanas. Una noche vi algo negro parado sobre la carretera. Paso por allí a diario. Las luces del coche sólo atinaron a indicarme que algo negro estaba allí, inerte. No lo identifiqué hasta que alzó el vuelo. Era un pájaro enorme y negro, como un cuervo... quizá un mirlo mas grande de lo habitual.

No le presté más atención más allá de lo inesperado de su vuelo.

Fueron meses después, cuando, también de noche, me dirigía a trabajar, se volvió a repetir la escena. Un pájaro grande y negro en mitad de mi carril. Sólo cuando estaba demasiado cerca, alzó el vuelo y desapareció.

No creo en presagios ni maldiciones. No creo en fantasmas ni señales. No creo en nada a pesar de todas las experiencias que vivo. Pero anoche me estremecí.

Poco más de tres meses de este último encuentro. Mientras conducía anoche hacia mi lugar de trabajo. Observé una silueta cruzar la carretera. Desde un extremo de la marisma al otro. Sólo que cuando la luz del coche estaba lo sufiientemente cerca, esa siluega antropomorfa, del tamaño de un niño, se desvaneció. El punto era el mismo en el que observé aquellos pájaros en ocasiones anteriores. Cuando acaba la suave curva.

Pisé el freno. Un cosquilleo entumeció mis piernas y desembocó en mi nuca, desde donde pareció escapar. Sin duda había sido la figura de un niño la que cruzaba. Una silueta oscura que no pudo ser fruto de sombras ni arbustos, pues a ambos lados de la carretera solo brotan juncos bajos sobre una marisma bastante yerma.

Solté el freno al ver que la silueta se había esfumado. Continué conduciendo como si nada hubiera pasado. Al igual que todo, debe tener alguna explicación, que sinceramente, no necesito saber.