Reencuentro

La otra mañana, respiraba un poco el aire del amanecer antes de salir de vuelta a casa. Eran prácticamente las 8 y me encontraba en la terraza desde la que a ratos observo la luna o el mar mientras trabajo.

Pensaba en mis cosas mientras una tropa de gorriones cantaba y jugaba alegremente. Me apoyé en la baranda metálica unos segundos.

De pronto uno de aquellos pajarillos vino volando y se posó en mi brazo. El tiempo de tocar y salir de vuelta con sus compañeros, desde donde había venido, cantando con vehemencia.

Por unos momentos me pareció que se trataba de algún tipo de apuesta entre ellos. Una prueba a superar. Llegar aleteando al brazo del humano, tocarlo y volver de una pieza. Tenemos la fama que nos hemos buscado.

Releo un poco de Jesús Arcensio. Me gustan muchas de sus poesías, aunque otras me aburren. Me pasa con la mayoría de poetas que he leido. Este hombre se disparó en el corazón un día de 1992 y en su bolsillo encontraron la siguiente nota.


Morir en un jardín
junto a una fuente,
¿qué más puedo decir?
¡Es suficiente!

Supongo que lo fue.

Al final todos acabamos convertidos en cenizas, o en un puñado de huesos en un ataúd. Y lo que queda en vida no son más que vestigios de nuestro orgullo y nuestra vanidad. No son más que los recuerdos de quienes se empeñan en retenerlos. Son datos almacenados en un cerebro del que también se eliminarán algún día.

Quiero recluirme un poco. Empiezo a sentir esa comodidad de estar triste que habré coreado tantas veces. Ya lo sentí una vez, pero ahora es diferente. Es una suma extraña de momentos que trato de retener o de olvidar. De vivencias que no sé bien qué hacer con ellas.

No quiero saber nada de nadie. Vuelvo a sentirme otra vez egoistamente deseado, como en aquel poema que metí en algún lugar. Y no es una sensación agradable. Hoy lo he dicho, no tengo vanidad. Sólo esa que me hace parecer humano, esa que ha ido llenando mi vida de pequeños caprichos que ahora quiero quemar.

Quiero ser egoista sólo unos segundos. Unos minutos quizá. Poder escribir algo que encuentren después en mi bolsillo. Y que sirva para explicarlo todo. Este caos inexpresable que inunda mi cuerpo y no explosiona, sino implosiona una y otra vez como un big bang que se queda a medias, reteniendo y reteniendo sin llegar a convertirse jamás en Universo.

El Universo... ¿Para qué queremos desentrañar sus misterios si no somos capaces de comprendernos a nosotros mismos? No nos esforzamos por hacer un puto ejercicio de autoconocimiento. Nos conformamos con no pensar, con el aquí y ahora, olvidando lo anterior. Parece que sólo deseamos estar con las personas que nos hacen reir en este momento, dando de lado a quienes nos hicieron de verdad felices o estuvieron ahí cuando las necesitábamos.

Y yo, que quiero no pensar, que quiero vivir el aquí y ahora, no tengo aquí ni ahora. Sólo tengo un pasado cargado de frustración. No veo un futuro claro. Me he quedado atrapado en esta tela de araña que tejía con pasión. Donde colgaba cada foto, cada carta.

Estoy atado con tanta fuerza que no consigo nada. Que ni siquiera quiero nada.

Que no me queda nada por decir que no hayan dicho antes. Os detesto, profetas, que en vuestros versos, narrasteis mi desdicha.


Tiempo insoslayable - Jesús Arcensio


Entro en la primavera con los zapatos rotos,
sintiendo la caricia de la hierba mojada,
como un beso en la plancha de mi pie vagabundo,
de mi pie de hombre pobre, desplazado y errático.
Avanzo por caminos que no sé a dónde llevan
ni tampoco me importa demasiado el saberlo.
Lo importante es dejar atrás cosas y cosas,
pueblos, ciudades, gentes que no nos dicen nada,
montañas y montañas de nadería impresa,
manos que nos traspasan de frío al estrecharlas,
corazones que suenan a máquinas gastadas...
Y entro en la primavera completamente solo,
con mis zapatos rotos y mi traje raído,
sucio, sin afeitar, famélico y cansado.
Avanzo, por la verde maravilla del hoy,
recto hacia el corazón de no sé qué milagro.
Hoy me iré caminando primavera adelante
sin compañía posible, tan desnudo y tan solo,
que no hay nada que pueda detenerme un segundo.
Quizás esté mañana con vosotros, de nuevo,
repartiendo un botín de sombras o de estrellas
o, siguiendo mi huella, tal vez me alcanzaréis.
Pero es inútil, hoy, que tratéis de seguirme
cuando avanzo implacable, con los zapatos rotos,
primavera adelante como un iluminado.

Comments (0)