Tengo una bala de 9 corta
que meter en mi revólver
para dispararle a eso
que salta
Neuronas, sangre, dolor. Explosión con tendencias suicidas. Oculta las manos y deja ver un pecho abierto en dos. Eres muerte, eres el portador del lamento siniestro en la oscuridad de un tunel sin luna ni castigo. Eres el mismo castigo, la misma luna que se ríe de mí y profana lo que tuvimos. Profana lo que guardas en ese cajón con mi nombre y cincela un nombre en una bala. También mío.
Asfalto, dolor, lágrimas. Es lo que ves, es lo que fue una tarde del mes de junio, una mentira. Un disparo en la sien que no detuvo la hemorragia de pensamientos, de ideas, de imágenes sucedidas una tras otra. Nada puede detener semejante demostración de vida. Tan sólo una bala del nueve corta.
Tinieblas, seriedad, olvido. Cuando pasan años del agravio de los jueces ascéticos. Los profetas clandestinos del terror apocalíptico de unos besos malditos, de una noche vomitiva. De las que siguen a la mentira y a la vanidad. Todas esas veladas posteriores que deterioran tu cara, tu rostro otrora inmaculado y ahora vetusto y demacrado por tu desgraciada existencia.
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