daddy was a shame

La puerta automática de acceso a la piscina se abrió en mitad de la madrugada. "La perra" pensé, y seguí con mis quehaceres. Más tarde bajé al buffet a por una infusión y la vi allí, enroscada sobre sí misma al escaso amparo de la entrada. No se inmutó por mi proximidad. Me deslicé como un gato acechante y sigiloso hasta el restaurante.

Cuando salí la observé durante unos segundos. El animal llevaba vagando por allí más de un año. Se alimentaba de lo que le daban algunos clientes de manera furtiva y quien sabe de qué más. El personal nunca había podido atraparla. Era demasiado huidiza. Este verano tuvo cachorros. Cinco perritos que fueron entregados a una protectora. La pobre los buscaba por cada esquina del recinto. Ladraba con cierto aire lastimoso a todo humano con que se cruzaba. Inquiría en su lenguaje por si alguien podía ayudarla.

Cuando subí ojeé las noticias. Leí sobre la situación actual en Libia. La matanza de centenares de opositores al régimen que ocupaba el poder. Cómo dos cazas habían bombardeado con total impunidad a los manifestantes. La masacre que fue capaz de ordenar alguien sólo por el hecho de no desocupar el asiento en el que se había estado enriqueciendo durante años y años. También decían que otros dos aviones habían renunciado a participar en ese acto genocida y desertaron, aterrizando en Malta. Al fin y al cabo todos los "mandatarios" simplemente quieren su propio beneficio, no el de su pueblo. Quieren mantener su imagen de santidad alejando a los medios de comunicación extranjeros y controlando los flujos de información. No son mártires, sino verdugos sociópatas y desagradecidos. Megalómanos repugnantes. Creo, no. Estoy convencido de que todos los que llegan al poder son exáctamente iguales, sin importar el país, el régimen o los colores del partido demócrata al que representan.

Luego prohibimos a los perros pisar las playas en verano. Les quitamos sus crías porque nos molestan. Sacrificamos animales para evitar plagas que sólo perjudican a la economía. Igual que masacramos a poblaciones civiles, pisoteando sus derechos y llevándonos sus vidas porque amenazan con quitarnos esa fantasía, ese paraíso al que sólo pueden acceder unos cuantos psicópatas en este planeta. ¿Quienes son los animales? ¿Quienes las bestias?

Al llegar a casa ví la foto del gato en la que me habían etiquetado. Su mirada limpia, serena. Su fragilidad. Abrí el correo y leí el e-mail de un amigo que me contaba que soñó conmigo. Que yo iba a tener un hijo con una chica muy guapa, que los dos estábamos felices e ilusionados.

Quizá pudiera convertirme en padre algún día, pero ¿en qué clase de padre? ¿No podría ser yo uno de esos sociópatas que nombro? Un ser desvirtuado, incapaz de reconocer y aceptar las normas sociales. ¿Qué normas sociales? Si nos dan igual cuando no obedecen a nuestros intereses. Cuando un animal u otra persona nos molestan. Cuando tenemos el poder y la fuerza para quitárnoslos de en medio. ¿Podría llegar a educar a alguien realmente sin saber la capacidad que tengo para cuidar de mis instintos y controlar mis miedos? ¿Por qué puedo llegar a imaginar que yo sería mejor persona?

Si tuviese un hijo, sólo sería un padre. No sería papá. Dejaría que su madre cuidase de la criatura, confiando que algún día, no llegasen los gobernantes del lugar para alejarla de ella, como cuando enviaban (como si no siguieran haciéndolo) a los niños a la guerra. Que no lo barriesen con misiles o lo mandasen sacrificar en la perrera. Pero no es sólo eso. No sé... Somos muy afortunados. Las mayores preocupaciones que leo entre las personas a quienes sigo en twitter son si les aguanta o no la batería de su blackberry, si le parece justo que den un premio a tal actor o actriz o qué ropa vestirán por la mañana. Yo mismo dejo constancia cuando mi catástrofe es que se me ha roto una cuerda de la guitarra.

Tenemos la fortuna de los malditos. La marca de Caín que impide que nos den muerte. Tenemos el poder de la blasfemia gratuita y sin embargo nos consume la desidia, la propaganda hipócrita del socialista burgués. No hacemos nada por nadie y nos consideramos grandes ciudadanos. Buenos ciudadanos cuando menos, porque seguimos en el redil, porque no sacamos los pies del tiesto y nuestro gobierno puede reprimir a quien lo hace. Gozamos de un estado de bienestar que escasea en un mundo en el que nada vale y todo vale. En el que nos empeñamos en fomentar lo que nos separa en lugar de lo que nos une. Donde es el animal más fuerte el que se lleva la pieza más jugosa. El que duerme en la cueva más grande, como San Pedro del Vaticano o acumula las mayores riquezas.

No es cuestión de ser catastrofista. Tampoco estoy diciendo que no se deba traer un hijo a un mundo como este. Al contrario, lo considero parte de nuestro deber como miembros de una sociedad que se compone de siete mil millones de humanos, más otros tantos billones de animales con quienes coexistimos. Pero hace falta la madurez y el respeto. Hace falta antes sentar las bases del pensamiento libre. Acabar con los dogmas que traban la evolución hacia una realidad más justa. Tenemos las herramientas. ¡Somos las herramientas! pero estamos envueltos en una burbuja psicópata que hace que seamos incapaces de saber usarnos.


Comments (2)

Yo creo que antes de tener un hijo debemos tener la suficiente madurez emocional y responsabilidad para conllevar lo que supone traer un ser a este mundo. Tal vez, nunca estemos preparados para ello. Beijinhos.

yo realmente no creo k estuviese preparado. soy demasiado irresponsable...

besotes!