Hacia calor en la oficina y decidí salir a la terraza un rato. Aún es noche cerrada, pero pueden verse unas nubes que salen de la ciudad anaranjadas y se oscurecen a medida que se adentran en el mar. Las luces de tres barcos se mecen con el leve oleaje que rompe en la orilla y trae su música y su olor a sal.
Eso es parte del mundo, y todo esto nos transmite sensaciones y sentimientos. Esto es el mundo, un terrible caos al que exigimos orden. Al que pretendemos sintetizar en unas cuantas frases bonitas.
Igual que queremos hacer con la sociedad, con sus personas, con sus leyes. Todo funciona como un baile bien ejecutado. Como una orquesta bien dirigida. Al menos en apariencia... al menos cuando lo sintetizamos en unas cuantas normas y en unas cuantas ideas idílicas.
Pero tras tanta perfección, estamos nosotros. Los seres humano y nuestro caos. Nuestra naturaleza y nuestra aberración. Nosotros como si fueramos sólo unos ojos o una boca. Como si fueramos una melena o un traje.
Todo parece obedecer una ley natural y lo que no, lo constreñimos a una ley artificial que parece tenerlo todo bajo control...
Pero tras esas leyes, hay personas que se deben encargar de hacerlas funcionar. Hay personas que las redactaron y hay personas a las que afectan. Hay personas movidas, y me va a valer la redundancia, por lo personal.
Porque somos seres humanos, y no solo nariz y labios. Porque tenemos intereses y ambiciones, porque tenemos preocupaciones. Porque somos animales demasiado complejos y demasiado acomplejados. Porque somos estúpidos cuando se trata de hacernos los listos y muy listos cuando tenemos que hacernos los estúpidos.
Somos detestables. Somos convenidos. Somos un cúmulo de cosas que no entendemos, pero que sintetizamos. Que reducimos a una mirada y a un gesto. Somos millones de células. Yo soy millones de células, al igual que tú, al igual que todos. Somos procesos químicos, impulsos eléctricos. somos una física imprecisa y una química impredecible.
Por eso no podemos calcular donde y como va a romper cada ola, o qué forma tomarán estas nubes anaranjadas antes de ser engullidas por lo que queda de noche. Por eso no somos capaces de adivinar cuando va a fallar el sistema, la sociedad en que nos encontramos cautivos. Por eso no somos capaces de ver con certeza de qué va todo esto. Porque todo está sintetizado, clasificado y reducido para que no tengamos que pensarlo demasiado. Naces y eres de un país, de una región, de una ciudad, de un barrio. Te dicen que elijas un color, un equipo de fútbol, te imponen una religión en la que te hacen creer cultivando tus miedos. Te crean necesidades y te educan y preparan para ocupar un lugar en el que contribuirás a la riqueza de unos pocos mientras dure tu vida.
Soñamos con que esto algún día va a cambiar, que vamos a ser como uno de esos para los que trabajamos, que vamos a tener un buen gobernante o que vamos a ganar la lotería y vamos a dejar atrás todos nuestros problemas. Lo soñamos y nos quejamos, pero no hacemos absolutamente nada por evitarlo. No hacemos absolutamente nada por motivar o iniciar un cambio real. Por combatir esta absurdez de reducirlo todo a un guion, a un checklist. No hacemos absolutamente nada.
Y no lo hacemos porque tenemos miedo. Porque nos da miedo no encajar, nos da miedo quedarnos fuera del juego. Que nos pinchen la pelota. No lo hacemos porque no sabemos unirnos para combatir lo que se supone que nos une, pero que sin darnos cuenta nos separa, nos diferencia en mejores y peores, en más y menos válidos.
No podemos luchar contra un sistema que se aprovecha de nuestra pasión por sintetizar, que se beneficia de nuestra predictibilidad. De esa parte que nos van cultivando. Pero tenemos un arma a favor que deberíamos aprender a manejar.
Lo que los que no quieren que se use, denominan como Caos.
Nuestro propio caos.
Eso es parte del mundo, y todo esto nos transmite sensaciones y sentimientos. Esto es el mundo, un terrible caos al que exigimos orden. Al que pretendemos sintetizar en unas cuantas frases bonitas.
Igual que queremos hacer con la sociedad, con sus personas, con sus leyes. Todo funciona como un baile bien ejecutado. Como una orquesta bien dirigida. Al menos en apariencia... al menos cuando lo sintetizamos en unas cuantas normas y en unas cuantas ideas idílicas.
Pero tras tanta perfección, estamos nosotros. Los seres humano y nuestro caos. Nuestra naturaleza y nuestra aberración. Nosotros como si fueramos sólo unos ojos o una boca. Como si fueramos una melena o un traje.
Todo parece obedecer una ley natural y lo que no, lo constreñimos a una ley artificial que parece tenerlo todo bajo control...
Pero tras esas leyes, hay personas que se deben encargar de hacerlas funcionar. Hay personas que las redactaron y hay personas a las que afectan. Hay personas movidas, y me va a valer la redundancia, por lo personal.
Porque somos seres humanos, y no solo nariz y labios. Porque tenemos intereses y ambiciones, porque tenemos preocupaciones. Porque somos animales demasiado complejos y demasiado acomplejados. Porque somos estúpidos cuando se trata de hacernos los listos y muy listos cuando tenemos que hacernos los estúpidos.
Somos detestables. Somos convenidos. Somos un cúmulo de cosas que no entendemos, pero que sintetizamos. Que reducimos a una mirada y a un gesto. Somos millones de células. Yo soy millones de células, al igual que tú, al igual que todos. Somos procesos químicos, impulsos eléctricos. somos una física imprecisa y una química impredecible.
Por eso no podemos calcular donde y como va a romper cada ola, o qué forma tomarán estas nubes anaranjadas antes de ser engullidas por lo que queda de noche. Por eso no somos capaces de adivinar cuando va a fallar el sistema, la sociedad en que nos encontramos cautivos. Por eso no somos capaces de ver con certeza de qué va todo esto. Porque todo está sintetizado, clasificado y reducido para que no tengamos que pensarlo demasiado. Naces y eres de un país, de una región, de una ciudad, de un barrio. Te dicen que elijas un color, un equipo de fútbol, te imponen una religión en la que te hacen creer cultivando tus miedos. Te crean necesidades y te educan y preparan para ocupar un lugar en el que contribuirás a la riqueza de unos pocos mientras dure tu vida.
Soñamos con que esto algún día va a cambiar, que vamos a ser como uno de esos para los que trabajamos, que vamos a tener un buen gobernante o que vamos a ganar la lotería y vamos a dejar atrás todos nuestros problemas. Lo soñamos y nos quejamos, pero no hacemos absolutamente nada por evitarlo. No hacemos absolutamente nada por motivar o iniciar un cambio real. Por combatir esta absurdez de reducirlo todo a un guion, a un checklist. No hacemos absolutamente nada.
Y no lo hacemos porque tenemos miedo. Porque nos da miedo no encajar, nos da miedo quedarnos fuera del juego. Que nos pinchen la pelota. No lo hacemos porque no sabemos unirnos para combatir lo que se supone que nos une, pero que sin darnos cuenta nos separa, nos diferencia en mejores y peores, en más y menos válidos.
No podemos luchar contra un sistema que se aprovecha de nuestra pasión por sintetizar, que se beneficia de nuestra predictibilidad. De esa parte que nos van cultivando. Pero tenemos un arma a favor que deberíamos aprender a manejar.
Lo que los que no quieren que se use, denominan como Caos.
Nuestro propio caos.
No luchamos porque muchos andamos en una burbuja. Yo pienso que quizás no tengamos miedo, sino pereza. Opino que con todas las nuevas tecnologías, con esta nueva "easy life" que se está creando, el ser humano está dejando de ser cada vez menos racional, perdón, está siendo más irracional. Está siendo más ajeno a todo, a nadie le importa nada. "AKienleIMPORTA".
Creo que vuelvo a la vida, a ver si despierto un poco, escribo menos tonterías y me alegro más de estar vivo.
¡Me alegra poder leerte cuando puedo! Y ojalá vuelvas a poder hablar con Sonia. Me has puesto los pelos de punta, en serio.
Un abrazo!
te doy toda la razon, querido J0s3m4! jajaja
i claro k hay k alegrarse d estar vivo!! i disfrutar!! >____<
1abrazo!!!