que yo #estoymuloco eeh! que yo me pido una hamburguesa y le quito la lechuga porque es sana!! ah no coño, que esto no es twitter...
Algo que le hace llorar,
algo que le hace sentirse mal.
Fermín camina hacia la parada del autobús de línea, de vuelta a casa desde la universidad. Su mochila gris cruzada al pecho, el pelo corto un poco alborotado. Inmerso en su mundo pero sin ir cabizbajo.
Ataque de ideas enfrentadas, sacudidas violentas. Una imagen, un rostro. Una memoria selectiva, confundida por la edad, el tiempo. El cielo cubierto, amenazando con agua, tormenta.
Fermín era de un peblo de Cádiz, pero estudiaba en Huelva la carrera de informática. Quizá porque no había tenido más remedio... quizá por dar un nuevo salto hacia su intimidad. Intimidad que compartía con tres estudiantes más en un piso barato. Ansias de independencia. Un forcejeo con su mundo, con ideas opuestas a las suyas. Una batalla contra mentes ignorantes de su dolor, sus sensaciones. Sus recuerdos, siempre ahí, siempre atacando.
El autobús llegaba. Él se montaba y se ponía de pie por el final, cerca de la última puerta, observando a la gente que pasaba por la calle. Le gustaba ir de pie en el autocar de línea, o mejor dicho, le parecía más cómodo que ir sentado. Su parada, se baja, mira arriba, los edificios... Ya empezaba a chispear. Fermín llega al piso, es un bajo. Entra, cierra tras de sí, va a su cuarto y deja la mochila allí. En la habitación sólo una cama y un escritorio bastante descuidados, hacen compañía al triste armario empotrado. No hay cortinas y sólo algunos posters o fotos de él o sus amigos pegados a la pared, aportan algo de color, calor humano a la estancia. Lo demás son libros apilados, apuntes. Revistas y una guitarra en una esquina.
La primavera termina, pronto llegan los meses calurosos, de vuelta a Cádiz junto a su familia. A decir verdad, los meses calurosos se habían adelantado y días grises como este eran sólo un sueño para los poetas. Sí es cierto que estaba siendo un año cálido en exceso.
Fermín llevaba bien los exámenes de junio, igual que siempre. Nadie le reprocharía nada en cuanto a los estudios. El joven sabía sacar los cursos adelante. Combinaba la inteligencia con su gran fuerza de voluntad. Esa fuerza salía del interés por demostrarse a sí mismo que era bueno, que valía para algo, aunque él aseguraba en sus monólogos internos que al conocer poca gente en Huelva no le quedaba más remedio que estudiar.
Sus compañeros de piso no eran mala gente, pero sí un poco gilipollas. Típicos prototipos del machito moderno. Pero como Fermín decía: "cada uno es como es y no es asunto mío el remediarlo"
- Tío Fermín, estás empanao.
Genaro hablaba medio asomado a la puerta de la habitación. Fermín había estado allí, metido en su cabeza mientras miraba las paredes parcheadasm adornadas de recuerdos, de ídolos y de inspiración.
- Ah tío que pasa. No te había visto.
- No, si es que has entrao a tu bola. ¿Vas a comé algo? Yo me iba a prepará una pizza de estas en el microondas.
- Venga vale, si va a quedar déjame un poco, que tampoco estoy yo con muchas ganas.
Salió Genaro y volvió a la cocina. Fermín, detrás, llegó hasta el salón y se sentó en el sofá. Genaro de vez en cuando se asomaba y hablaba a Fermín.
- Ostia tío la Lucía. Mira, estamos en clase y va y se me sienta al lao. Ostia Fermín, va la tía y me pone las tetas en toa la mesa y con las camisetas esas que ella se pone.
Fermín sonreía por inercia, y también porque en esos momentos era lo que se esperaba de él. Tan obediente, tan poco entusiasmado en estos días, cercanos al verano, cercanos a... esa persona por la que lo arriesgaría todo. Por quien lo daría todo. Y los nervios a veces le trepaban desde el estómago hasta el pecho.
Genaro seguía pendiente del microondas y su almuerzo congelado como quien vigila un guiso y no dejaba sola la cocina. Desde la puerta, a veces seguía contándole a Fermín lo de las tetas de Lucía y que cómo una tía tan fea podía tener esas tetas y ese pedazo de culo.
Pero no era eso lo que el chaval tenía en su cabeza... Lucía no era nadie y no lo sería nunca al lado de esa persona que conoció hace casi cinco años...
Su sonrisa, estar a su lado hablando. La inocencia en la mirada, tumbados hombro con hombro en la playa.
¡PIIIP! Y Genaro llegó con la pizza servida, unas servilletas y un par de platos.
- ¿Una cervecita?
- Deja, ahora me pillo una cola o algo.
- A ver tío, yo te la traigo.
...
algo que le hace sentirse mal.
Fermín camina hacia la parada del autobús de línea, de vuelta a casa desde la universidad. Su mochila gris cruzada al pecho, el pelo corto un poco alborotado. Inmerso en su mundo pero sin ir cabizbajo.
Ataque de ideas enfrentadas, sacudidas violentas. Una imagen, un rostro. Una memoria selectiva, confundida por la edad, el tiempo. El cielo cubierto, amenazando con agua, tormenta.
Fermín era de un peblo de Cádiz, pero estudiaba en Huelva la carrera de informática. Quizá porque no había tenido más remedio... quizá por dar un nuevo salto hacia su intimidad. Intimidad que compartía con tres estudiantes más en un piso barato. Ansias de independencia. Un forcejeo con su mundo, con ideas opuestas a las suyas. Una batalla contra mentes ignorantes de su dolor, sus sensaciones. Sus recuerdos, siempre ahí, siempre atacando.
El autobús llegaba. Él se montaba y se ponía de pie por el final, cerca de la última puerta, observando a la gente que pasaba por la calle. Le gustaba ir de pie en el autocar de línea, o mejor dicho, le parecía más cómodo que ir sentado. Su parada, se baja, mira arriba, los edificios... Ya empezaba a chispear. Fermín llega al piso, es un bajo. Entra, cierra tras de sí, va a su cuarto y deja la mochila allí. En la habitación sólo una cama y un escritorio bastante descuidados, hacen compañía al triste armario empotrado. No hay cortinas y sólo algunos posters o fotos de él o sus amigos pegados a la pared, aportan algo de color, calor humano a la estancia. Lo demás son libros apilados, apuntes. Revistas y una guitarra en una esquina.
La primavera termina, pronto llegan los meses calurosos, de vuelta a Cádiz junto a su familia. A decir verdad, los meses calurosos se habían adelantado y días grises como este eran sólo un sueño para los poetas. Sí es cierto que estaba siendo un año cálido en exceso.
Fermín llevaba bien los exámenes de junio, igual que siempre. Nadie le reprocharía nada en cuanto a los estudios. El joven sabía sacar los cursos adelante. Combinaba la inteligencia con su gran fuerza de voluntad. Esa fuerza salía del interés por demostrarse a sí mismo que era bueno, que valía para algo, aunque él aseguraba en sus monólogos internos que al conocer poca gente en Huelva no le quedaba más remedio que estudiar.
Sus compañeros de piso no eran mala gente, pero sí un poco gilipollas. Típicos prototipos del machito moderno. Pero como Fermín decía: "cada uno es como es y no es asunto mío el remediarlo"
- Tío Fermín, estás empanao.
Genaro hablaba medio asomado a la puerta de la habitación. Fermín había estado allí, metido en su cabeza mientras miraba las paredes parcheadasm adornadas de recuerdos, de ídolos y de inspiración.
- Ah tío que pasa. No te había visto.
- No, si es que has entrao a tu bola. ¿Vas a comé algo? Yo me iba a prepará una pizza de estas en el microondas.
- Venga vale, si va a quedar déjame un poco, que tampoco estoy yo con muchas ganas.
Salió Genaro y volvió a la cocina. Fermín, detrás, llegó hasta el salón y se sentó en el sofá. Genaro de vez en cuando se asomaba y hablaba a Fermín.
- Ostia tío la Lucía. Mira, estamos en clase y va y se me sienta al lao. Ostia Fermín, va la tía y me pone las tetas en toa la mesa y con las camisetas esas que ella se pone.
Fermín sonreía por inercia, y también porque en esos momentos era lo que se esperaba de él. Tan obediente, tan poco entusiasmado en estos días, cercanos al verano, cercanos a... esa persona por la que lo arriesgaría todo. Por quien lo daría todo. Y los nervios a veces le trepaban desde el estómago hasta el pecho.
Genaro seguía pendiente del microondas y su almuerzo congelado como quien vigila un guiso y no dejaba sola la cocina. Desde la puerta, a veces seguía contándole a Fermín lo de las tetas de Lucía y que cómo una tía tan fea podía tener esas tetas y ese pedazo de culo.
Pero no era eso lo que el chaval tenía en su cabeza... Lucía no era nadie y no lo sería nunca al lado de esa persona que conoció hace casi cinco años...
Su sonrisa, estar a su lado hablando. La inocencia en la mirada, tumbados hombro con hombro en la playa.
¡PIIIP! Y Genaro llegó con la pizza servida, unas servilletas y un par de platos.
- ¿Una cervecita?
- Deja, ahora me pillo una cola o algo.
- A ver tío, yo te la traigo.
...
Tenía este texto escrito en un cuaderno. Puede tener unos diez años. No me gusta, pero bueno. Aquí lo dejo como curiosidad :P A ver cuando escribo algo nuevo o retomo mil cosas que tengo abandonadas...
Alguna noche -las fogatas eran
de dolor o de júbilo-
la casa te veía desertar.
Te abrías a una vida
distinta, a un mundo
alegre como los ojos de un dios:
voces mayores, fuegos de artificio,
inacabable noche de San Juan
en tu estancia vacía...
El tiempo se agrandaba en los rincones,
se detenía en torno al corazón,
mientras el estruendo proseguía,
lejos, lejos, quién sabe si real.
Después, todo más claro:
los sonidos pequeños, el crujido de un mueble
la lluvia en el desván.
Nueva vida a las cosas, el alba aparecía,
y tú llegabas, amorosamente.
de dolor o de júbilo-
la casa te veía desertar.
Te abrías a una vida
distinta, a un mundo
alegre como los ojos de un dios:
voces mayores, fuegos de artificio,
inacabable noche de San Juan
en tu estancia vacía...
El tiempo se agrandaba en los rincones,
se detenía en torno al corazón,
mientras el estruendo proseguía,
lejos, lejos, quién sabe si real.
Después, todo más claro:
los sonidos pequeños, el crujido de un mueble
la lluvia en el desván.
Nueva vida a las cosas, el alba aparecía,
y tú llegabas, amorosamente.
Las farolas de la calle camino a mi casa estaban apagadas. La luna menguante no iluminaba lo suficiente el suelo y me acompañaban un escalofrío y el tintineo de las cadenas con las que sujetaba mis llaves al pantalón.
Un gato blanco y gris se escondió bajo un coche después de haberme observado durante tres segundos. Lo ignoré al pasar por su lado.
Había sido una tarde divertida en la que renuncié a un poco de amor para estar con dos amigos. No me arrepiento.
Después en casa, me limité a leer algo de poesía y a hablar con R. Siempre se conecta de madrugada para esperarme. Me dijo que me echó de menos la noche antes. Me dijo otras cosas que me están convirtiendo en humano. En un ser estúpido que piensa que siente.
Tonterías...
Un gato blanco y gris se escondió bajo un coche después de haberme observado durante tres segundos. Lo ignoré al pasar por su lado.
Había sido una tarde divertida en la que renuncié a un poco de amor para estar con dos amigos. No me arrepiento.
Después en casa, me limité a leer algo de poesía y a hablar con R. Siempre se conecta de madrugada para esperarme. Me dijo que me echó de menos la noche antes. Me dijo otras cosas que me están convirtiendo en humano. En un ser estúpido que piensa que siente.
Tonterías...
Cada vez que presiono la herida aparece una mezcla de sangre infectada por algún resquicio que se abre en la postilla. Ha dejado de doler y dejará cicatriz, pero hay días en los que me tengo que rascar alrededor para aliviarme.
En ocasiones estoy tan tranquilo, con los amigos, y alguien despistado la golpea. Sé que es sin querer, pero vuelve ese dolor y recuerdo que sigue ahí, curando, la herida que por unos instantes la música y el alcohol me habían hecho olvidar.
Mi horizonte está plagado de nuevas caidas y grandes golpes, pero ninguno como el que lleva un año para cerrar. La que he tratado de cubrir con parches, siempre poco eficaces, siempre poco acertados. Porque me estaba curando en una habitación a oscuras y tenía anudadas las manos.
Aunque quiera rebentar mi barca contra las rocas, lejos de la costa, seguiré a merced de las olas en este bote desvencijado que hace aguas. Quizá la sal de Océano sane lo que no pueden brazos y entrepiernas doctos en este mal.
Me dicen que pase página... Igual que tú la has pasado tan rápido. Igual que me has olvidado, igual que crees sentir por él lo que creiste sentir por mí.
Tú no naciste para amar, sino para ser admirado, como una estatua absurda que cuando la tocas te percatas de que está hecha de un material que se oxidará. Tú, mentiras y vodka. Tú, falsedad cubierta de gloria. Ahora lo tienes fácil porque te arropan los de tu especie, pero ¿qué ha pasado con quienes dejaste atrás? ¿Cual es la parte de realidad que conocen de ti? ¿No te sientes como un fraude somnoliento por la inercia y la ilusa felicidad que te da la bebida? ¿Alguna vez pensaste de verdad que eras la persona que quieres ser y no una madeja que se deshace rodando por el suelo, recibiendo patadas de uno y otro hasta ver en qué pie acaba y qué zapatos se aburren antes de ti?
A primeros de la próxima semana hará un año que me dispararon. La madrugada del 6 al 7 fuiste todo lo que odiabas y me hiciste odiar todo en lo que había creido. Todo cuando había amado.
Y la herida no se cierra. Es cierto, si la aprieto salen sangre y pus. Y si aprieto más, si me olvido mis pastillas, brota también el veneno de aquel último "te amo" que me creí, tal día como hoy. Hace ya un año.
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