Quiero un gato

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Siempre pense que en el momento que me independizase y todo eso me haría de la compañía de un gato. Son animales limpios y muy independientes. No son como un perro al que tienes que lavar, sacar al parque o tener cuidado si se queda en casa solo.

El único problema es que se te cuelguen de las cortinas, rompan algo que les llame la atención o te arañen las esquinas del sofá.

Hay quien dice que son animales ariscos y el gran tópico de "traicioneros". Bueno, no es este un blog para romper tópicos, pero no ha sido esa mi experiencia con los felinos.

Me encantaría tener un gato. Cuanto más lo pienso, más ganas tengo. Pero después del final de mis anteriores mascotas, decidí no volver a encariñarme jamás con una. Y ahora que en cierto modo ha pasado el duelo... no se. Creo que vuelvo a estar preparado. Ahora mismo hay una lucha que enfrenta lo que quiero con lo que debería, y de momento va ganando esta última. Porque debería dejarme de caprichos y ser conciente de que si vuelvo a criar un animal y encariñarme, volveré a pasarlo mal cuando se muera.

Lo que sí me he permitido tener de momento son 3 macetas. Y también hay que cuidarlas. Hay que ver que tienen agua, que reciben el sol que necesitan. Dicen que hay que hablarles y ponerles música... Y si todo eso es cierto, no soy quien para negarlo porque no he tenido nunca esa experiencia, que diferencia a los seres vivos? Las plantas que "domesticamos" necesitan unas atenciones y unos cuidados específicos. Igual que una mascota. Igual que una persona. En las relaciones sociales tenemos que estar pendientes de cubrir las necesidades de las personas que queremos que nos respondan. Debemos estar seguros de que reciben de nosotros lo que necesitan recibir de nosotros. Si eso no es así, la planta se deteriorará y morirá, el animal tres cuartos de lo mismo, y la persona, pues se irá alejando poco a poco de nosotros.

Todos tenemos unas necesidades determinadas. Las amistades y las relaciones en general van entrando y saliendo de nuestras vidas con muchísima facilidad. No es fácil cultivarlas y hacerlas crecer, pero tampoco requiere un esfuerzo constante. Muchas veces incluso nos dejamos ir en lo más sencillo. Pero es que también las personas somos demasiado estúpidas.

Si una planta no recibe su agua y su luz, empieza a mostrar síntomas de deterioro evidentes. Son una alarma de que algo no marcha, y tenemos la solución en nuestra mano. Los animales domésticos son más prácticos en este sentido. Si tienen hambre te lo van a "decir". Si necesitan cariño o tienen frío, te lo van a hacer saber. ¡Son como los bebés! pero cuando estos bebés dejan de ser animales para convertirse en seres estúpidamente racionales, llega la complejidad del asunto. Si tenemos hambre igual no lo decimos porque queremos adelgazar. Si tenemos frío, quien sabe que absurdo interés por parecer lo que no somos, nos llevará a negarlo y a decir que "estoy bien así". Y si necesitamos cariño por mil y una razones inexplicables, porque no todo tiene que serlo, el orgullo del que me siento tan orgulloso me hará encerrarme en mi caparazón y actuar con una cara de no pasa nada y padecer las inclemencias interiormente.

Aunque algunos humanos podemos ser como un gato, que si tiene frío va a buscar acurrucarse contigo, y si está triste te lo va a decir y va a buscar tu apoyo.

Es cierto que solemos rechazar a las personas depresivas, porque nos crean angustia y otra serie de sensaciones que no nos gustan, pero quizá esté en nuestra mano apoyar a esas personas, si realmente significan algo para nosotros. ¿no?

Nos hacen más felices quienes no parecen necesitar nada de nosotros y provocan nuestra risa y bienestar que quienes en un momento dado empiezan a pasarse por tu lado mendigando cariño. Como cuando vemos una persona por la calle, con algún problema psiquiátrico que hace algo que nos hace gracia. No se... molesta a otras personas, canta o se viste de forma surrealista. Pero cuando esa misma persona se dirije hacia nosotros y nos empieza a incomodar, ya no resulta tan simpática y ahora son otros quienes se rien y nuestro único afán es quitárnosla de encima.

Podemos llegar a ser incluso desagradables. Y en este ejemplo de personajes afectados y anónimos no podemos darnos cuenta, pero cuando la persona incómoda es familia o amigo, se va creando un malestar por parte de ambos que lleva a situaciones desagradables.

Pero ya no es sólo en circustancias críticas de necesidad imperiosa de algo. Sino como con las plantas. Debemos ir alimentándolas cada día. Porque si lo hacemos, no tendremos que llegar a situaciones donde prácticamente haya que resucitarlas. Con una maceta llegará un momento que tengamos que decidir si merece la pena gastar agua y recursos en que vuelva a vivir. Podremos asumir que no la hemos cuidado como debíamos o que no sabíamos la manera correcta. Lo mismo con las personas. Por culpa de ese estúpido orgullo no siempre sabemos qué debemos hacer, pero realmente, casi todos los seres vivos funcionamos con unas necesidades similares y universales.

Yo para algunas cosas soy muy dejado. Como en esto de regar. Y ya digo, tengo tres plantas en mi piso y las he trasplantado a unos recipientes de cristal con unas bolitas de esas de silicona que solo hay que regar una vez de tanto en tanto, porque me conozco y sé que no tendría la constancia para estar encima de ellas todo lo que ellas necesitarían. Aún así, me preocupo de que reciban la luz adecuada y hasta he llegado a hablarles...

Con los animales lo mismo. Me gustan los gatos porque son autosuficientes, pero en mi parte, que es darles de comer y asegurarme de que en lo que me necesitan puedo proporcionárselo, estoy ahí. No les fallo.

Con las personas, bueno. Supongo que será igual. Soy muy poco cumplido para estar llamando a la gente y preguntarles por aspectos de su vida que no puedo favorecer. Pero bueno, eso también sirve para que cuando me interese por algo de alguien, realmente sea porque me intereso, no porque socialmente deba hacerlo.

No digo que preguntarle a alguien por la salud de su familia esté mal o sea hipócrita, pero a mí no me sale hacer eso a menos que realmente me importe o piense que esa persona necesita que YO me interese por ese asunto. Pero aún siendo así, creo que nunca le he fallado a nadie. Doy más de lo que recibo, y no lo hago porque me invada ningún sentimiento residual de la educación cristiana. Lo hago porque es mi forma de ser y de actuar.

Pero nos pasa algo con todo esto, y es que hay tantas realidades como personas en el mundo. Y lo que yo haría o considero válido, no es lo mismo que tú harías o consideras válido. Lo que yo necesito no es lo que tú necesitas o lo que tú tienes disposición de darme. Lo que vale para mí, posiblemente no valga para tí. Y si nos cerramos en nosotros mismos, no podremos nunca recibir ni dar lo que puede hacer que una relación funcione, sea esta del tipo que sea. Y si llega el momento de sentarse a hablar, seguramente sea porque ya es tarde. Porque la planta esté seca o el gato se haya ido de casa y esté buscando comida en los contenedores de la esquina y abrigo en el alfeizar de otra ventana. Porque no hayamos sabido interpretar los síntomas, el tono del maullido, el color de las hojas o la intensidad de los suspiros.

La quimica de los dioses... por poner algo

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Empecé a escribir una entrada sobre la fiesta de Halloween y todo esto, pero no me dio tiempo a tenerla lista para el día en cuestión y tampoco me gustaba como me estaba quedando, así que la dejé olvidada y preferí esperar a que me surgiera otro tema.

No me ha venido a raiz de ese post abandonado, pero sí tiene algo de relación y por eso he querido introducirlo comentando eso. La famosa noche de los muertos que la gente ama, odia o tan sólo ignora. Donde unos dicen que se venera a la muerte y otros dicen que sencillamente nos reimos de ella.

Brujas, monstruos, espíritus... son seres que incluso algunas religiones fomentaban. Nos hacían creer que existían. Los demonios, enemigos de toda una cultura del miedo que amedrentaba a sus fieles. Las almas, entes que como un reflejo de lo que una vez fue un humano, vagaba para vengarse o pedir ayuda con sus lamentos.

Pero digo yo, si las emociones de las personas no son más que una conjunción de reacciones químicas. ¿De donde sacan sus emociones los fantasmas? Porque si el alma es algo incorporeo carente de elementos físicos... ¿Cómo pueden sentir, padecer y estar molestos o felices? O los fantasmas no son más que una sombra insustancial y apática, o es que todos los tratados médicos se confunden. O es que directamente no hay sustancia, por apática que pudiera ser, obviamente.

Y si los fantasmas no pueden existir ¿Por qué culturas enteras giran en torno a eso? A esa no existencia, a esa incorporeidad fantasiosa. ¿Por qué si creemos en la ciencia para tantas cosas, no creemos para las que no nos interesan? Supongo que le tenemos apego a la vida. A nuestra existencia y a la existencia de las personas a las que queremos. No somos capaces de pensar que más allá de lo que vemos, no hay absolutamente nada. Un recuerdo que no nos permite olvidar voces y caras. Una presencia vacía de momentos que no queremos olvidar, pero que perderemos cuando el difunto seamos nosotros.

Y vale que nadie puede decir lo que es verdad y lo que no, y mucho menos yo, un ignorante que lo piensa todo demasiado. Pero ¿Por qué creer lo que nos cuentan los demás? Lo que nos cuentan quienes nos dicen lo que queremos oir. Que si somos buenos seremos recompensados en la inexistencia. Que la carne resucitará y nuestros recuerdos perdidos en la podredumbre regresarán a las conexiones neurológicas de nuestro sistema nervioso. ¡O hay quien piensa que nos reencarnamos! En personas, animales o incluso objetos. ¡Casi me da pena seguir usando este quitagrapas! En absoluto.

¿Y si de verdad hay algo? Supongo que me tocará el peor destino, por incredulo infiel y descastado. ¿Pero y si de verdad no hay nada y mi entera existencia me la he pasado creyendo que debo sufrir para que lo que me espera sea mejor? Y con toda la razón, porque supongo que la nada, es mejor que padecer y lamentarse.

Ya no hablo de dioses o demonios. Pero claro, si no existe nada más allá de la muerte. ¿Para que sirve ese dios que juzga a vivos y muertos por igual? Ese tio que laza rayos y se lleva a su lado a miles de personas cada día hasta que se cansa de jugar con ellos y va buscando amiguitos nuevos.

Los dioses no tienen ningún sentido. ¿Y con qué nos aterrorizarán ahora? ¿Con que nos quitan las pensiones? La muerte existe, y no es un concepto abstracto, es el fin de la vida. Pero más allá no puedo creer en nada. Quizá cuando me toque a mí me vea flotando sobre el cosmos y diciendome: así que era esto. Flotar y flotar seculum seculorum. Porque si la eternidad es lo que mola, ¿para que vivimos? Deberiamos empezar directamente en el olimpo, el eden, o donde quiera que fuese ¿no? Pero que nos tengan que someter a una prueba constante sólo para ver qué se hace con nosotros es muy macabro. ¡Y luego vetan Saw de las salas de cine comerciales! ¿Qué pasa con los sermones en los templos comerciales? ¿Nadie veta a ese dios que le dijo a nosequien que se cargase a su propio hijo? Eso sí es apología de la violencia. Es que el dios aquel tenía unos prontos bastante malos. De hecho aún lo culpan cuando hay una gran tragedia. ¡O lo que es peor! Los manipuladores nos hacen creer que la culpa es nuestra, y que el dios, pobrecito, lo ha hecho para encauzarnos y que hagamos, al fin y al cabo, lo que el quiere.

Pero es que yo cada vez estoy más convencido de que la iglesia no miente cuando dice que ellos conocen la verdad. De hecho estoy convencido de que ellos saben con toda certeza que no hay dioses ni almas, pero que si ahora van y lo cascan, se les acabaron los palacios y los poderes sobre los sacrificados ciudadanos.

Y no quiero que parezca que ataco a la fé de las personas. ¡Cada cual es libre de creer en lo que le de la gana! De hecho creo que el ateísmo no existe. Todos tenemos algún dios. Algo que pensamos superior. Para unos es el dinero, para otros su pareja, para otros sus padres, para mi vecina del primero soy yo porque siempre aparezco cuando se le jode el TDT... y para otros su dios son ellos mismos.

¿El mío? La verdad es que no lo se. Mi eterna lucha por desvincularme de todo hacia lo que siento apego hace que no me haya planteado tener un dios propio ni acoger uno ajeno. Algo habrá, no pretendo parecer diferente, pero no recuerdo nada hacia lo que sienta fé ni devoción. O quizá la felicidad. Es abstracto, no podemos tocarlo, pero creemos que está ahí. ¡Cumple casi todos los requisitos para convertirse en una auténtica deidad! Sí, quizá ese sea el dios en el que creo. Pero claro, ahora vendrá alguien a decirme que todo eso de la felicidad, no son más que reacciones químicas en mi cerebro.