Tacones de 4 centimetros

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Pensaba esperar a Mayo para escribir un nuevo post. Ultimamente estoy bastante ocupado entre otros proyectos personales y se me acumula la tematica para actualizar el blog. Aunque al fin y al cabo, todo gira un poco en torno a lo mismo.

Quizá debería tratar de ser algo más prolífico con este espacio, pero prefiero escribir sólo cuando realmente me sale lo que quiero decir, o cuando estoy en cierto modo ofuscado, como ahora.

Ofuscado por la imbecilidad colectiva, la manipulación patética y el derroche magno.

No debería hacerlo, lo sé, pero hoy estaba viendo las noticias en televisión... y uno de los temas del día, además de la gripe cerduna (chic@s, alejaos de vuestr@s exnovi@s), era la visita del presidente croasán al pais del jamón. Nunca pensé que hubiera venido para nada importante, más bien creí que era una de esas visitaslavadodecara habituales después de haberse insultado. Nunca me ha caído bien Monsieur Croasán, pero puedo estar de acuerdo en una cosa con él, así que tampoco veía necesidad de que viniera a retractarse y disculparse. Pero no voy a desviarme del tema, porque lo que nos atañe es mucho más importante. Más aún que la gripe cochina!! más si me apurais que el paro, la explotación laboral, Veredicto Dieciseis o el proceso de curación de las paletillas ibéricas. Señoras, señores y animales de compañía... ¡¡Los tacones de la señora de Croasán medían 4 centímetros!! Sí, sí, como leeis... no me quiero imaginar lo complicado que debe ser bajar del avión presidencial con semejante aparato en los pies... si me va a dar hasta pena y todo...

No penseis que exagero, más quisiera, pero en los informativos del día, han hablado de los zapatos de tacón de 4 centímetros de la señora de Croasán y de los dos, tres o cuatro vestidos que ha llevado hoy, así como sobre los que ha llevado la princesa Savater, grande de España y pequeña de Albacete.

Y sí, claro está, me ofusqué. No estoy diciendo que no se hable del tutú de baile que lució Madame Croasán o Princesa Savater, a mí eso me da igual, pero es que da la sensación de que Monsieur le President, vino a este jamonero país para sacar de paseo a su amante esposa, porque no han explicado nada más. Que cierta y personalmente no me importan los viajes y paseos de los presidentes del globo, pero creo que atontar a la población en unos informativos con informaciones (cuando quiero puedo ser muy redundante además de cargante) absurdas, está muy lejos de hacer que en nuestro país se haga evolucionar la conciencia de sus ciudadan@s.

Y no bastando con eso, la noticia va más allá. Y entiendo que los medios no puedan ser críticos más que cuando les interesa, por toda esa mentira de la objetividad, pero creo que alguien debería decirlo... Emmm... pero a lo que iba, a esa noticia del día. Para culminarla, después de haber discutido sobre lo favorecida que estaba una y otra "señora de", hablan de una cena y tal. Una cena con 140 invitados. Por supuesto yo no estaba, ni mi vecina de al lado, ni la del 3º ni el hijo "anarka" de Sonsoles. Ni siquiera habían avisado al anciano que duerme con dos perritos al lado de la iglesia. (El cura no le abre no vaya a ser que le manche las estatuas y las columnas de marmol) No, a esa cena estaban invitados políticos y empresarios, todos ellos con sus disfraces materiales y morales. Fingiendo, riendo las gracias del rival que tenían sentado justo al lado. Con sus esmoquines de alquiler y sus pajaritas preanudadas. Ahí estaba la flor y la nata del apestoso subsuelo. La guinda del pastel que se repartieron.

No me parece mal que la gente cene. Hay quien puede hacerlo hasta dos veces, ¡y no me enfado de verdad! ¿Pero quien ha pagado eso? ¿De donde sale el dinero, en estos tiempos de crisis que tanto nombran, para pagar una cena de gala y lujo en el palacio que fuera? Sería bonito y facil decir: "¡¡De nuestros bolsillos, señoras/es!!". Pero voy a ir más allá. Sin mirarme los presupuestos generales del estado (como si alguien se los mirase realmente) voy a decir que esa cena la han pagado personas como el anciano que duerme con los perros, de los Impuestos sobre el Valor Añadido que aporta al estado cuando compra un blister de fiambre o una lata de atún. Lo paga ese hombre que duerme en la calle porque varios de los asistentes a la cena han especulado con los precios de las viviendas con el consentimiento del gobierno que nos gobierna. Lo paga ese hombre al que el cura no deja dormir más que en la puerta exterior de la iglesia, esa "casa de todos" que promulgan con los brazos en alto. Lo paga ese hombre a quien nadie invita a cenar, a quien llaman vago y holgazán, a quien miran con desprecio. Sí, querais o no, lo paga él. Esa cena la paga él.

No sé a vosotros, pero a mí se me han quitado las ganas de comer.


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Disfraces

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En este mundo absorbido por las apariencias, el consumismo y la hipocresía, es lógico esperar que tengamos que usar distintos disfraces para interpretar nuestro papel según la ocasión.

Yo mismo, para interpretar mi rol de trabajador, debo disfrazarme con chaqueta y corbata, pero esto no sólo lo aplicamos al tema laboral, sino que nos viene de mucho antes. ¿De donde hemos heredado esta terrible afición por aparentar para querer ser?

Ya de pequeños seguimos a nuestros líderes, jugamos al fútbol con la camiseta que lleva el número del jugador que nos han dicho que es el mejor, nos vestimos de sherif o de indio, de policia o de gladiador romano. Nos intentamos convertir en pequeños lideres de nuestra mente. Nos autoproclamamos jefes de nuestra razón...

Pero sin ser eso suficiente, llega un día que empezamos a socializar. Nos unimos a otros jóvenes de la manada, que suelen congregarse en torno a un disfraz común, adquirido por hache o por be. El caso es formar grupos con diferentes lideratos, donde unos mandarán más que otros, cada uno a su manera, cada uno en su materia. Serán rivales irrespetuosos con las ideas que se enfrenten a las suyas, y de este modo, incluso en grupos que presuntamente defienden la libertad de pensamiento, se dan aprobados casos de intolerancia.

No voy a quedarme hablando de kanis kanem, voy a ir a algo que me duela más.

A finales de los 80 hay un movimiento musical bien extendido que se empeñan en llamar grunge. No sé qué nos dirá la wikipedia, pero me importa poco, porque voy a irme a lo accesorio. La estética... Camisas de leñador, pantalones gastados, pelo desarreglado... Era un cliché que para los precursores no exigía ningún esfuerzo, y así había que entenderlo. Era una estética adecuada al lugar y el momento en que éstos músicos se hacían fuertes. No era nada realmente forzado. Pero oh! cosas de la globalización y el comercialismo, el grunge se hace hombre y llega a lugares reconditos en forma de movimiento musicosocial reivindicativo donde para "ser grunge" no nos basta ya con escuchar una música determinada, pensar de una forma determinada o criticar las mismas cosas, sino que además tenemos que vestir como un estereotipo que para nada corresponde con nuestra realidad social. Y lo dice alguien que ha llevado camisas de leñador. de leñador estadounidense, por supuesto, porque aquí parece que visten de otra manera.

Es como cuando de pequeños, como decía anteriormente, nos poníamos el disfraz de policía para jugar a los policías. Ahora nos poníamos el disfraz de grunge para jugar a que lo sabíamos todo sobre los grunges, sobre su música, sobre su filosofía de vida y el hastío que les llevaba a desahogarse con gritos y expresiones surrealistas, a romper con rabia sobre un escenario. Nos poníamos el disfraz y ya eramos grunges, habíamos captado, claro está, toda la esencia que nos trasmitían las camisas de leñador. Si alguien intentaba romper con esa estética simplemente porque se sentía más cómodo con otra ropa, ya era un renegado, un presunto "intento de" y un grunge de pega. Aunque leyese a Sartre y escuchase a los Melvins, Screaming Trees, a los Pixies y que se yo, a Alice in Chains por citar unos cuantos que podían acabar escuchándose en España acudiendo a estraños distribuidores de música en cassette. Pero necesitaba su camisa de leñador, su pelo desaliñado y esa apariencia de estar drogado aunque lo único que se hubiese metido en el cuerpo fuese un paquete de deliciosos gublins.

El grunge español criticaba la hipocresía mientras agitaba su desalineadora botella de calimoche con euforia etílica lanzando improperios contra el estado y el sistema capitalista que había facilitado que él pudiese adquirir una horrible camisa de cuadros. Pero vamos a dejar de criticar por un momento la camisa. Justifiquémoslo diciendo que fue un movimiento que irrumpió de golpe y duró poco, (me refiero en Spain) y quisimos "adaptarnos" rápido. Vale, no era el lugar, pero era el momento. No teníamos porque llevar camisamanteles, pero el resto de elementos que simbolizaban el desarraigo si podían ser portados como una bandera de nuestras inquietudes, de lo que esa música desgarrada y sucia nos evocaba y nos transmitía, lo que despertaba en nuestra conciencia.

¿Pero y ahora? Sigue sin ser el lugar, pese a los musicales y comerciales imitadores nacionales, pero mucho menos es el momento. No quiero decir que no sea el momento de reivindicar, por supuesto que lo es, SIEMPRE lo es!! Y claro que se puede seguir haciendo música grunge. Yo defiendo que la música que hacemos es un medio de expresión que nos ayuda a sacar de dentro lo que sentimos y a compartirlo con otros seres afines a nuestros sentimientos, pero no es el momento de ser grunge estéticamente porque nos pueda hacer destacar o nos parezca guay. Si quieres ponerte una camisa de leñador, unos pantalones rajados y pasarte el día tirado en un parque fumando yerba y criticando a quienes no visten de acuerdo a tus cánones, no seas tan hipócrita y asume que estás siguiendo una moda comercial, degradando tu cerebro con sustancias que adormecen tu voluntad y benefician a quienes quieren manipularte y contolarte como un fiel corderito, y que lo haces sólo para parecer cool y que la gente piense que tienes algo más en la cabeza además de un pelo cuidadosamente limpio (pese a toda esa grasa).

No pretendas hacer creer que no tuviste un pasado kanis kanem nacido del mismo huevo que te ha hecho ahora grunge y que dentro de tres años te hará vestir de otra manera, porque no podemos estar disfrazados toda la vida. Mírate al espejo y date cuenta que no eres más que un patético intento de grunge, porque quizá tengas un buen disfraz, pero te falta entender porqué lo llevas.

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